El día comenzó bien, los nuevos proyectos en el trabajo van tomando forma, esto promete para lo que todo parece indicar, será el futuro de la empresa. Unos ajustes a las labores diarias, revisión de como está el tránsito -normalmente a la hora en que salimos Periférico está hasta la madre- y esperar a que la calle se despeje debido a la fina participación de los amigos de Bonafont y listo. Vamos para la casa.
Había mencionado anteriormente a los camiones de la empresa del "agua ligera" (pero conductores pesados en todos los aspectos de la palabra). La calle es muy estrecha, con decir que tuvieron que abrir una especie de "isla" para que se acomode una pipa de plástico, que casi diario impedía el tránsito. Además de la pipa y los compas del agua, trailers, camionetas de carga y particulares circulan diariamente entre monumentos al bache y coladeras sin tapa desde hace más de un año (leer "Carta a Mancera" para mayor referencia). Bueno, pues ayer los jóvenes de Bonafont ocupaban todo un carril y solo quedaba "libre" la parte donde se hace justo la isla en la banqueta, junto con el sentido hacia la salida de ese infierno asfáltico y, que dicho sea de paso, era el que me correspondía a mi. Salgo lo suficientemente encarrerado para tratar de librar a algún simio que quisiera brincarse a los camiones y como era de esperarse, no lo logré. Un taxi se pone enfrente de mi, y a puras mentadas me pide que me mueva.
Si yo me hubiera metido en sentido contrario , me cae que me muevo, pero no era el caso. Decidí quedarme ahí a ver si al tipo le entraba algo de razón, cosa igual de posible que Cruz Azul ganando un título que a alguien le importe. Se bajó del coche, manoteó, me la mentó mil veces, y se puso un coche atrás de el. "Con el si puedo entrar en razón, le voy a decir que eche la mano". Error.
Me bajo, platico con el segundo coche que estaba estorbando. Accede a retroceder y a "echar aguas" para librar la banqueta y al animal del taxi mientras el taxista, con ese bello tono de voz proveniente de Iztapalacra, seguía reclamando en algún dialecto. Harto de escucharlo, volteo a decirle que ya se calle, que ya me voy a mover. Me encara, lo encaro y le repito, "ya me voy a mover güey, ya". En cuanto bajo la mirada, me fui a negros. Me acomodó un madrazo entre ceja, oreja y madre...cuando regresó la imagen, estaba yo en el suelo, y el venía hacia donde estaba tirado en el piso. De no ser por el chofer de la fábrica, que se metió en su camino mientras se me iba encima, tal vez otra cosa habría pasado.
Ya de pie, todavía alcanzó a asestarme otro golpe, que hizo volar mis lentes, mismos que cayeron a sus pies. Como trofeo para su miserable existencia, los tomó y los rompió en dos. Entre los de Bonafont y el chofer ya referido, lo obligaron a meterse a su coche y largarse. Todavía alguien me mandó una foto de sus placas (319 ZLU), pero poco se puede hacer, es taxi pirata.
¿Qué nos queda de moraleja? No bajarse del coche, si te vas a bajar del mismo, no bajes con lentes, no bajes la mirada -mucho menos las manos- y sobre todo, NUNCA trates de razonar o pensar que un conductor de transporte público puede hacerlo. Llevas las de perder y aunque tu intención sea buena, tus lentes pueden salir hechos K-K.
Ahora, ¿Qué siento? Ardor, tristeza, impotencia...y un poco de alivio. Alivio por estar acá. Después de todo, no puedo quejarme...me pudieron haber puesto una madriza de proporciones bíblicas. Lo demás, creo, hoy es lo de menos.