Sin contar la del '86, porque en ese momento el fútbol me importaba tanto como ver secar pintura fresca, la de ayer fue la sexta eliminación que vivo con la selección. ¿El común denominador? Siempre encontramos al villano del momento. Mejía Barón y sus cambios, Rodrigo Lara, Landon Donovan, Maxi, y el árbitro en las últimas dos ocasiones -con la fina participación de Arjen Robben en esta oportunidad-. No se cual me haya dolido más, porque en su momento todas fueron relevantes, aunque tal vez me ardió más contra Estados Unidos, tras vivir durante años con el estigma de ser mejores que ellos, y que te vinieran a ganar en el deporte que por años ha sido tu bandera me parecía inconcebible. Puede ser que más calmado, la de ayer no duela tanto, y ese mismo dolor me lleva a reflexionar algunos aspectos de este nuevo "fracaso".
Al momento tengo 33. Aún detrás de un micrófono, de una compu mientras escribo las columnas o donde sea, nunca he permitido que mi afición se perdiera. He gritado y festejado hasta las últimas consecuencias los triunfos de mis equipos, y en su caso, lamentado sus derrotas como hago hoy. Intento no mezclar el sentido "profesional" con lo que me indica el corazón, y tal vez por ese afán de creer que las cosas pueden ser diferentes, me niego a ser esa clase de connacional al que le da gusto que la Selección pierda. Me cae en los purititos nuts aquel que llega a dárselas de sabio, indicando que era OBVIO que perderían. Vaya, por eso me caga Joserra y su banda de dinosaurios, que se dedican a tirar cagada sin sustentarlo, viviendo de la cultura nacional de denostar sin pruebas. Me niego a ser de esos, y me opongo al derrotismo que a veces me quiere alcanzar. Yo todavía creo que algo ha de suceder, y que probablemente, las cosas cambien pronto.
Me niego a subirme al barco de último momento. Hay que estar siempre, en las buenas, en las malas y en las peores. "El Piojo" me enseñó eso, con el glorioso campeonato del 2013. Por incrédulo casi me pierdo de un momento épico, y tal vez por ello, me rehúso a pensar que siempre vamos a estar en la mediocridad que muchos nos venden. Es por eso que, en el próximo Mundial cuando tenga 37, espero saciar este sentimiento que hoy me embarga no solo a mi, sino a todos los que apreciamos el rodar de un balón y nos eriza la piel.
Tengo fe en que por fin, aprenderán de sus errores y se hará un proceso digno, donde se privilegie lo deportivo y no lo económico. Que no se nos olvide que México tuvo la ilusión del quinto partido gracias a Graham Zusi, jugador gringo que le dio el pase a la repesca contra Nueva Zelanda marcándole a Panamá. Después de calificar de lágrima, lo que llegara era bueno, y creo que de algo servirá haber llegado al cuarto para las doce, si aprendemos de los yerros cometidos en todos aspectos.
Como aficionado, prometo mejorar. Prometo no reventar a "x" o "y" porque no jueguen en el América, o porque sean unos "pinches nacos". Me daré a la tarea de provocar de una manera más elegante a mi rival que gritándole "puto" cuando despeja. Recriminaré, con fundamentos, las cosas que no me parezcan, y he de aguantar carrilla cuando me burle del rival con algún meme, para no rasgarme las vestiduras cuando a KLM se le ocurra burlarse de nosotros.Todo esto lo haré con el afán de disfrutar aún más mis triunfos, que estoy seguro han de llegar. Sin olvidar, claro está.que esto es solo un divertimento, y que la vida sigue, más allá del rodar del balón.
Y a todos los que de plano no toleran este deporte, respeten también. Mejoren sus ataques a los que estamos pendientes del Alemania -Argelia. No nos llamen indios, nacos, descerebrados, o cachorros del imperio. Simplemente recuerden que...
Sin más por el momento, espero que esta cruda mundialista sea leve, y no se repita dentro de cuatro años.
Buen post.
ResponderEliminarSinceramente yo he invertido emocionalmente el el futbol de selección nacional mucho menos desde Alemania 2006. Aún así estos días que duró el mundial para México es imposible no engancharse. Bueno, hasta mi queridísima madre desde su convalecencia lo hizo, uniéndose a los gritos de "¡Eehhh..!"
Duele, como siempre, porque por bien o mal que esté hemos decidido como pueblo depositar sentimientos de identidad y orgullo en este fenómeno del futbol.
Ayer muy temprano, previo al juego, pensaba "bueno y ¿quién carajo es Holanda? ¿Ha sido campeón del mundo? ¿Va a jugarnos con 12? ¿Su portería es más pequeña? ¡Venga! Esto se puede ganar".
Hace 20 años mi mejor amigo y yo nos pregúntabamos si alguna vez veríamos a México jugar una final de Copa del Mundo, incluso ganarla. Quedamos, como tantos, enamorados con aquel Tri de Copa América 93 y Estados Unidos 94. Hoy él ya tiene hijos pequeños, pero de la edad suficiente para que también sueñen y disfruten de esto, y para que también les duela.
Yo sólo deseo que un día nuestro futbol de selección deje de acumular aprendizaje mundialista y dé el salto para pasar a enseñarle a otros cómo se hace... Como se gana.