viernes, 14 de junio de 2013

Ciento Ochenta

Los años no pasan en vano. Ya en anteriores ocasiones hemos tocado el tema de las entradas -que en mi caso, ya llegan casi hasta la nuca-, la barba con mechón de canas, el comerte una concha y al otro día sentirte un barril, o esa sensación de tomarte un par de chelas acompañadas de unas buenas alitas y no poderte parar al otro día de la taza del baño por la pinche gastritis.

En años anteriores hicimos algunos intentos para mantener una salud más o menos estable. El último y más notorio, la disminución de peso orquestada desde noviembre del año pasado (Leer aquí para mayor referencia). La manda que empezamos el día dos de junio del presente -representada en número de días por la imagen arriba mostrada- es sin duda, uno de los mayores retos que me he impuesto, dado el sacrificio y las fechas que se aproximan.

Esta manda consiste simplemente en dejar de chocar vidrio, no pegarle al frasco, dejar de ingerir bebidas espirituosas, o lo que es lo mismo...

NO TOMAR EN SEIS MESES

Yo sé que a lo mejor me estoy azotando -actitud rara en mi, de verdad-, pero creo que es buen momento de probar que podemos dejar de pistear y no morir en el intento. Ahorrar una lana, una mejora en mi salud y sobre todo, culminar el plan de correr una de esas carreras de 10 km. que andan tan de moda es una buena opción, y no por eso creerme un gurú del autocontrol.

Si bien hay gente que se revienta 15 años y seis meses sin levantar copas -saludos a la gente que le va al Cruz Azul- lo mío es relevante dado algunos eventos que se avecinan, en los cuales echar un trago alegre no solo es motivo de gusto, sino casi una obligación. Esos eventos incluyen cumpleaños varios, bodas, graduaciones, o el simple ligue casual (que a últimas fechas no ha funcionado del todo). Todo eso se acabará el día 28 de noviembre, día en que, si Dios nos da licencia, festejaremos la llegada del Lord a la edad de Cristo.

Hace unas semanas publicaba la entrada de Cádiz y las bondades que trajo a mi vida. Una de ellas fue la Strongbow, una chela-sidra que se volvió un must en mis días españoles, y la cual apenas llegó a México. Mi último día inflando la pasé con ella -y a lo mejor la brutal cruda se debió al abuso de ese producto- y es sin duda una de las bebidas que más extrañaré.

Johnny, Jack, Corona, Indios y demás...¡Nos vemos en seis meses!

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