lunes, 27 de mayo de 2013

Crónica de un Título Sufrido



Nunca había vivido algo así. Viviendo ya finales varias y otro tipo de momentos deportivos inigualables, lo vivido el día 26 de mayo del 2013 en el Azteca se convierte en uno de mis momentos top. Por el sentimiento, por el rival, por mi idiotez -que en breve explicaré- y por todo lo que conlleva ver a tu equipo coronarse contra el rival que, particularmente, mas detesto.

Llegar al estadio con dos horas de anticipación siempre me ha parecido un exceso, más porque en este tipo de partidos me pongo harto nervioso, y estar esperando a la comitiva me pone algo impaciente. Una vez llegados los interfectos -a los que estaré ETERNAMENTE agradecido one more time- , tomamos los lugares y veíamos como el tiempo llegaba a la hora pactada. Los primeros minutos no fueron nada alentadores.

El azulcrema dominaba, aunque de forma estéril. Una descolgada del albañilado nos dejaba con diez gracias a la participación del árbitro central (sigo sin entender en que pinche momento puede estar arreglado algo A FAVOR del América), y minutos después venía el gol de un danzante aborigen de ascendencia colombiana. Acepto que perdí la fe y ya empezaba a planear la graciosa huida. El primer tiempo transcurrió con esbozos hacia el frente, pero la impaciencia invadía la tribuna y las mentadas no se hicieron esperar, incluso entre americanistas. Uno que siempre está hasta el final, veía el orgullo herido solo por ese rival. ESE, al que tanto desprecio.

El segundo tiempo era una calca del primero. El ñil tratando de cazar con un contragolpe a un equipo que jugaba con diez, pero que al menos le metía trompiates. Me extrañaba que tomaran esa actitud, pues con otro gol de plano le partían la maraca al Ave. Los postes y "el arquero del milagro" - dicho esto no precisamente por lo de ayer- mantuvieron viva una esperanza que se veía cada vez mas lejana, dado el poco tiempo que restaba. Fue ahí cuando vino el deja vú.

Diez años atrás, en un América - Cruz Azul, se dio la única ocasión en que me salí de un partido antes de que terminara. Ayer, mi orgullo me impedía aplaudir a un campeón que jugaba así, ratoneando el resultado. Me despedí de mis anfitriones, pasé a tirar el miedo y me dirigí a la salida. Cuando iba rodeando el estadio escuché el primer grito de gol. Incrédulo, pensé que aquel grito significaba la puntilla a mi equipo, ese en el que no juego, pero que siento como si fuera dueño del mismo -cosa que si eres villamelón, aficionado de liguilla o por chingar a tus amigos, nunca entenderás-. La voz de un güey que caminaba hacia la salida diciendo "fue gol del América" me llevó por impulso a correr a la tienda del Azteca, donde había mega pantalla atascada de gente. Total, si no lográbamos empatar, la salida estaba a tiro de piedra.

Dos jugadas después de llegar, el buen Moisés Muñoz se tendió para marcar el gol del empate. La emoción inicial me llevó a brincotear, poseído, dentro de la tienda. Abrazos con un par de cabrones que no conozco -y que pudieron generar un hurto- acompañados de gritos y lluvia de chelas fueron el adorno del momento. En pleno salto, me pongo a pensar "Pendejo, regrésate a las gradas AHORITA. ¡Los túneles están abiertos!" Cual gacela, me desplacé hacia el primer túnel disponible para reingresar al estadio, que a estas alturas ya estaba vuelto loco. Con ayuda de otro guey de esos que no conocía, subí las gradas y me acomodé en una porra familiar. El resto se puede definir como la unión de un equipo y su afición.

Nunca había escuchado al estadio tan unido, tan a gusto con su equipo alentando. Ni en mis mejores años en esa elegante organización conocida como "La Monu", la gente había cantado con tanta fuerza. Los tiempos extra volaron y los penales se cobraron del lado contrario a la semifinal de copa. La Monu los vio más cerca que nadie. Valió la pena la madriza de regresar corriendo, mojado y golpeado, por ver a mi equipo coronarse así.

De repente vinieron a mi mente todos aquellos que no nos daban como favoritos, los que ningunearon, los que hablaban de un "globo amarillo" anteponiendo sus gustos a lo que en realidad pasaba en la cancha. No era momento de reclamar. Era momento de festejar la undécima estrella, de gozar un título a toda ley, con muchas circunstancias en contra, como muy pocas veces se había logrado. Nada nos quita esa alegría...nada es mejor que coronarse así.

Ya por último; un 26 de mayo de 2002 levantábamos un título muy cuestionado...once años después, ganamos otro que nadie en su sano juicio cuestiona...algo tiene de mágico esa fecha.


1 comentario:

  1. Que buena narracion, me traslade a los pasillos del Azteca y eso que nunca los he pisado. Saludos y hubieras contado lo de los varios equipos que quedaron campeones en otros torneos, lo que comentaste en la hinchada. Saludos!!!

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