No recuerdo cuando fue, pero seguramente después de los 10k de Nike del año pasado cuando decidí que tenía que seguir superando mis metas. Este año, la idea eran seis carreras, incluyendo mi primer medio maratón. Solo serán cuatro, pues a una de ellas no me levanté y a la otra que me había inscrito no pude asistir por enfermedad. La inscripción al medio maratón era el reto del año, y encontramos uno en noviembre, en Acapulco. Bajo la recomendación de un amigo de correr a nivel del mar, casi casi sin preguntar me inscribí,y empezamos un programa serio de entrenamiento para llegar a la cita bien preparados.
La noche previa
Todo se complicó un poco desde 12 horas antes, aproximadamente. No se si habrá sido la tensión de manejar en carretera, la psicosis de "saber" que ibas a un lugar no tan seguro, o en realidad que te ibas a aventar a hacer algo que, aunque habías entrenado, no es tan normal. El caso es que me empecé a sentir un dolor en el cuello, más agudo con el pasar de las horas. Era una contractura que ni a desinflamatorios cedió. La esperanza era que dormir moderadamente cómodo se solucionara, pero no sucedió. Ni modo de rajarse estando ya en el lugar, habría que lidiar con ello.
El inicio
Llegamos bien, a tiempo y con toda la oportunidad de cumplir el cometido. Después de ver pasar a los eventuales ganadores del evento -kenianos-, esperamos el balazo inicial. Una vez dado este, la ruta presentaba algunas sorpresas, que iban desde kilómetros mal medidos, pasar por lugares con un olor estilo basurero, coches invadiendo la ruta -solo algunos inconscientes, la neta- y otros tantos motociclistas esquivando corredores. Así se fueron los primero tres, cuatro, cinco, seis kilómetros. Cuando nos enfilábamos hacia el séptimo, algo sucedió. El fondo físico se había terminado, porque empezamos corriendo como kenianos. Mi muchacho "El Chapo" decidió seguir corriendo, pero yo la neta, me sentía sofocado. Después de caminar unos 200 metros para recuperar el aliento, decidí seguir avanzando...vaya, faltaban 14 kilómetros.
Salida cobarde
En realidad, esa fue una posibilidad que me planteé justo pasando por donde se indicaba el retorno de los que corrían diez kilómetros. Después de ser motivado por la novia de ma nigga "El Chapo", decidí continuar. Fue el primer test de voluntad superado, y me dio algo de fuerza para seguir adelante.
La esperanza
Después de salir de esa disyuntiva, le seguimos metiendo al trote. Pasamos los diez, los once, volvi a ver al mencionado compa que ya iba en la ruta de regreso. Di la vuelta en la marca de los 14. ¡Eso, carajo! Solo faltaban siete kilómetros, que ya habían sido recorridos chingo de veces antes...pero nunca tan cansado. Ahí comenzaba lo realmente duro, y decidí seguir una táctica que en los entrenamientos me sirvió mucho al principio; los intervalos. Corría por unos 40 segundos, caminaba 20, y así sucesivamente. El objetivo era no cansarme tanto, tener chance de recuperar el aire, y no ser recogido por el "carrito de la vergüenza". Así completamos 17 kilómetros, y venía una subida en extremo difícil. Nunca me han gustado y hoy me parecía que podía terminar aventando un pulmón si no la trabajaba bien. Faltaban 4 kilómetros y me urgía que acabara todo, pero la fuerza, según yo, se había quedado kilómetros atrás.
El final
Después de los diecisiete, las piernas ya no daban. La subida me dejó bastante agotado, y ahora si consideré abandonar. Los intervalos ya no estaban funcionando, y lo que hicimos al principio se estaba yendo al diablo. Fue ahí cuando saqué el resto, obligándome. Primero, voltee hacia atrás, para ver que no fuera el último. Después, entré en un diálogo conmigo mismo: "¿Vienes a caminar? Para eso te hubieras quedado en México. Faltan 3 kilómetros, chíngale. Mucha gente te apoyó, mucha gente se bajó del barco. Tienes que demostrarles que puedes a esas dos facciones. ¿Cómo vas a regresar sin medalla? ¡No mames Oscar! Ya te falta una sexta parte y hay que meterle huevos."
Empecé a mover las piernas más rápido. Con trote lento, tomé aire, escuchaba los ánimos de la gente...volví a respirar y luché contra el dolor del cuello, contra el de la pierna derecha, contra el del dedo medio del pie izquierdo -que sangró bastante-. Sonaba "Smells Like Teen spirit" de Nirvana, y justo en el solo de guitarra me di cuenta que faltaban dos. ¡DOS PINCHES KILÓMETROS CABRÓN. MÉTELE! Un poco más de trote, saqué el teléfono para ver la hora, eran las 8:54. Llevaba dos horas con quince minutos corriendo. Era más o menos lo que tenía pensado para acabar la carrera. "¡Mierda, menos la voy a dejar a medias!" Y nuevamente, el mantra que repetí en mi entrenamiento y en mis rezos: Va por mi y por mi gente. Sonaba Enter Sandman, y pasé la mampara de los 20 kilómetros sin verla, Me escurría la cabeza con una mezcla entre agua, sudor, baba y seguro algo de mugre, pero según mis cuentas, no faltaba tanto y era lo único que importaba. Pasé el lugar donde dejamos el coche, señal de que faltaba menos de un kilómetro. Bajé la mirada buscando fuerza para acabar, para respirar más hondo...y vi pintado "21" con gis, sobre el pavimento. Jamás me había alegrado tanto ver ese número...faltaban ochenta metros. Subí la mirada y en el horizonte se veía la meta. Sonreí. Escuché a la gente que esperaba a los rezagados -como yo-, ya estaban El Chapo y su novia en la meta, y entré en los últimos diez metros. Levanté los brazos al cielo, formé una letra con la mano derecha y sigo sin entender por qué, pero sentí la necesidad de pisotear el tapete que registra el tiempo. Un metro antes de la meta, brinqué y lo pisé con ganas de romperlo. 21.08...lo logré, y nadie me lo puede quitar.
Tal vez para alguien que nunca ha corrido, esto pueda sonar pretencioso, mamón. "No ganaste, no mames". No, no gané, pero fue un triunfo mío. Fue un triunfo de mi espíritu. Fue cumplir una meta más. Representó no darme por vencido, desde "Going the distance" -rola del ST de Rocky-, pasando por el error que me hizo repetir las canciones y llegar a la meta cuando sonaba "Stand by me" de Oasis.
No, correr 21 kilómetros no fue nada fácil. No fue en absoluto sencillo recuperar fuerzas y arrearme a acabar. Tampoco la humedad ayudó, y mucho menos mis lesiones. Todo eso pasa a formar parte del catálogo de cosas que ya no importan. Quizá no corro como keniano, quizá las distancias cortas se me den más, pero me puse un reto enorme y lo logré. Es ahí cuando mi mundo debería dejar de ser tan pequeño. Hoy me voy a dormir con una sonrisa enorme. Cansado, pero MUY contento. Lloré de emoción, y al escribir esto lo vuelvo a hacer. Hoy corrí mi primer medio maratón...y lo acabé. No sé si vuelva a correr uno o me aviente el completo, o si de plano me conforme con las de diez kilómetros, pero esta satisfacción no me la quita nadie. Hoy me gané un #respect...no todos los días se puede decir eso.